Hace 11 años | Por --349741-- a quo.es
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Si algo tenían los monjes del medievo, era tiempo. Y papel, acumulado en las bibliotecas de sus monasterios. En algún momento comenzaron a entretener el primero enrollando estrechas tiras del segundo y uniéndolas unas a otras para formar figuras con sus perfiles. Un poco de presión aquí y de primorosidad allá, y las largas tardes de noviembre dieron lugar al paciente arte de la filigrana en papel, con el que adornaron las obras de su devoción.