Hace 9 años | Por sinanpacha a washingtonpost.com
Publicado hace 9 años por sinanpacha a washingtonpost.com

Somos más de 50 israelís que una vez fueron soldados, y ahora declaramos nuestra negativa a ser parte de las reservas. Nos oponemos al ejército israelí y a la obligatoriedad del servicio militar. En parte es porque despreciamos la actual operación militar. Pero la mayoría de los que abajo firman son mujeres, que no habrían luchado en combate. Para nosotros, el ejército es inaceptable por razones que van mucho más allá de la operación “Margen Protector” o incluso de la misma ocupación. TRADUCCIÓN EN #1

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sinanpacha

Siempre que el ejército israelí llama a sus reservas, que se componen de antiguos soldados-, surgen disidentes, resistentes y desertores (AWOL: ausente sin permiso, N. del T.) entre las tropas llamadas a combatir. Ahora que Israel ha enviado tropas a Gaza nuevamente y que se han convocado a los reservistas, docenas de ellos se están negando a participar.
Somos más de 50 israelís que una vez fueron soldados, y ahora declaramos nuestra negativa a ser parte de las reservas. Nos oponemos al ejército israelí y a la obligatoriedad del servicio militar. En parte es porque despreciamos la actual operación militar. Pero la mayoría de los que abajo firman son mujeres, que no habrían luchado en combate. Para nosotros, el ejército es inaceptable por razones que van mucho más allá de la operación “Márgen Protector” o incluso de la misma ocupación. Lamentamos la militarización de Israel y las políticas discriminatorias del ejército. Un ejemplo es el modo en que las mujeres son relegadas a menudo a posiciones secretariales de bajo rango. Otro es el sistema de filtrado que discrimina a los judíos cuyas familias provienen de países árabes, impidiendo que estén justamente representados en las unidades más prestigiosas. En la sociedad israelí, el rango y la unidad en la que se haya servido, determina de forma importante tu carrera profesional en la vida civil.
Para nosotros, la operación militar actualmente en curso y la manera en la que la militarización afecta a la sociedad israelí son inseparables. En Israel, la guerra no es solamente la continuación de la política por otros medios, sino que reemplaza la política. Israel ya no es capaz de pensar en una solución a un conflicto político, excepto en términos de poder físico. No es de extrañar que sea tendente a ciclos sin fin de violencia mortal. Y cuando los cañones disparan, no se pueden oír las críticas.
Esta petición, elaborada largamente, tiene una urgencia especial debido a la brutal operación militar que está teniendo lugar en nuestro nombre. Y aunque los soldados de primera línea son, en general, los que llevan a cabo la guerra de hoy, su trabajo no sería posible sin la cadena de administración en la que la mayoría de nosotros ha servido. Así que si hay una razón para oponerse a las operaciones de combate en Gaza, también hay una razón para oponerse al aparato militar israelí en su conjunto. Ese es el mensaje de esta petición.
Fuimos soldados en una amplia variedad de unidades y empleos en las fuerzas armadas de Israel, un hecho que ahora lamentamos porque, durante nuestro servicio, nos encontramos con que las tropas que operan en los territorios ocupados no son las únicas que aplican los mecanismos de control sobre las vidas palestinas. La verdad es que todo el aparato militar está implicado. Por esta razón, nos negamos ahora a participar en nuestras obligaciones como reservistas, y apoyamos a todos aquellos que se resisten a ser llamados a filas.
El Ejército Israelí, una parte fundamental de la vida de los israelíes, es también el poder que gobierna sobre los palestinos que habitan los territorios ocupados en 1967. Mientras esto ocurra en su estructura actual, su lenguaje y perspectiva nos controlan: dividimos el mundo entre bueno y malo de acuerdo con las categorizaciones militares; lo militar ejerce de autoridad máxima sobre quien es más o menos valorado en sociedad: quien es más responsable por la ocupación, quien tiene permitido verbalizar su resistencia a ello y quien no, y como se les permite hacerlo. Lo militar juega un papel central en cada plan y propuesta discutidas en el debate nacional, lo que explica la ausencia de cualquier argumento real sobre soluciones no militares a los conflictos en los que Israel está bloqueado con sus vecinos.
Los residentes palestinos de Gaza y Cisjordania se ven privados de derechos civiles y de derechos humanos. Viven bajo un sistema legal diferente al de sus vecinos judíos. Esto no es culpa exclusivamente de los soldados que operan en estos territorios. Estas tropas no son, por lo tanto, las únicas obligadas a negarse. Muchos de nosotros servimos en posiciones logísticas y burocráticas. Allí fuimos conscientes de que todo el aparato militar ayuda a implementar la opresión contra los palestinos.
Muchos soldados que sirven en posiciones que no son de primera línea renuncian a resistir porque creen que sus acciones, a menudo rutinarias y banales, no están relacionadas con los resultados violentos que se producen en otra parte. Y las acciones que no son banales -Por ejemplo, decisiones acerca de la vida o muerte de palestinos hechas en oficinas situadas a muchos kilómetros de Cisjordania- son secretas, así que es difícil tener un debate público sobre ellas. Por desgracia, no siempre nos negamos a desempeñar el papel que nos asignaron, y en ese sentido nosotros también contribuímos a las acciones violentas de las fuerzas armadas.
Durante nuestro servicio en el ejército, presenciamos (o participamos) en la conducta discriminadora del mundo militar: la discriminación estructural contra las mujeres, que comienza con la selección inicial y la asignación de tareas; el acoso sexual que fue una realidad diaria para algunas de nosotras; los centros de absorción de inmigrantes que dependen de asistencia militar uniformada. Algunos de nosotros vimos de primera mano como la burocracia asigna deliberadamente estudiantes de carreras técnicas en empleos técnicos, sin darles la oportunidad de aspirar a otros roles. Fuimos destinados a cursos de entrenamiento con gente que se parecía a nosotros y que hablaba como nosotros, en lugar de la mezcla y la socialización que el ejército proclama hacer.
Los militares intentan presentarse a si mismo como una institución que permite la movilidad social: una escalera en la sociedad israelí. En realidad, perpetúan la segregación . Estamos convencidos de que no es casual que aquellas personas provenientes de familias de ingresos medios y altos terminen en unidades de élite dedicadas a la inteligencia, y desde allí vayan a trabajar para compañías tecnológicas que pagan muy bien. Creemos que no es accidental que cuando soldados pertenecientes a unidades de mantenimiento de armamento, o de unidades logísticas desertan o dejan el ejército, a menudo obligados por la necesidad de sostener económicamente a sus familias, se les llame “draft-dodgers” (“Gente que escurre el bulto”, con una connotación insolidaria, N. del T). Los militares veneran la imagen del “buen israelí”, que en realidad proviene de su poder subyugando a otros. El papel central de lo militar en la sociedad israelí, y la imagen ideal que recrea, termina borrando las culturas y luchas de los judíos provenientes de países árabes, de los provenientes de Etiopía, de los palestinos, de los de origen ruso, de los árabes cristianos, de los ultraortodoxos, de los beduinos y de las mujeres.
Todos nosotros hemos participado, en un nivel u otro, en esta ideología y hemos tomado parte en el juego del “buen israelí” que sirve lealmente en el ejército. En gran medida, nuestro servicio militar nos ayudó a mejorar nuestros puestos en la universidad o en el mercado laboral. Hicimos conexiones y nos beneficiamos del cálido abrazo del consenso israelí. Pero por todas las razones expuestas, estas ventajas no merecen el costo que suponen.
Por ley, algunos de nosotros estamos registrados como parte de las fuerzas de reserva (otros han conseguido exenciones o las han garantizado en el momento de ser licenciados), y los militares conservan nuestros nombres e información personal, así como la opción legal de llamarnos a filas. Pero no participaremos. De ninguna manera.
Hay muchas razones para que la gente se niegue a servir en el ejército de Israel. Incluso nosotros tenemos diferencias de origen y motivación sobre por qué hemos escrito esta carta. Aún así, ante los ataques contra los que se niegan a ser llamados a filas, apoyamos a los resistentes: los estudiantes de un instituto que escribieron una declaración de objeción, la protesta de los ultraortodoxos ante la nueva ley de reclutamiento, los objetores drusos y todos aquellos cuya consciencia, situación personal o bienestar económico no les permite ser reclutados. Bajo el disfraz de una conversación sobre igualdad, estas personas son obligadas a pagar un alto precio. Basta ya.
Firmas.

sinanpacha

De las cosas que te hacen recuperar la fe en el ser humano. Bravo por ellas y por ellos.

CerdoJusticiero

Grandes, ojalá llegue a portada. Esto es dignidad y valentía.

sinanpacha

#3 Ojo, son dos cosas distintas: la que enlazas se refiere a reservistas que se niegan a combatir si no les dan los medios adecuados, pero que no discuten ni lo que está ocurriendo ni su papel de soldados. En cambio esta es una carta firmada por militares y exmilitares que, independientemente de las condiciones, se niegan a asumir su papel como soldados y, más en general, cuestionan la militarización de la sociedad -y la política- en Israel.