#30 No sólo es clasismo. ES simplemente opresión y de la que menos se habla ni dircusea, al final, las mujeres son mayoría en términos demográficos. Es de una hipocresía tan deshumanizadora que nadie habla de ello. Las limpiadoras, y como hijo de una de ellas, son las verdaderas cosificadas; (la pobreza no sólo cosifica, es que te hace invisible, amén de otras muchas otras bobadas para no describir la verdad), se respetan a casi todos los otros trabajos, pero el doméstico para las concienciadas, ése, convierte a las mujeres en burras de cargas que nadie, y menos sus patronas, quieren evidenciar, no vaya a ser que se desmonte el discurso de quién oprime a quien.

Al final, nadie es inocente. No imagino yo a la Simone de Beauvoir, pidiéndole al Jean-Paul Sartre que no dejase por ahí tirados los calzones, ya se encargaría de ambos sus receptivas criaditas... y eso que nunca vivieron juntos.

Creo recordar un film sobre lavida de Alice B. Toklas y su reclación con Gertrude Stein. Y la verdad, da mucho qué pensar. Mucha vanguardia, y al final la pobre de Alice no era más que una oscura sombra debajo de los gorritos de la época. Claro que al lado de la Stein, cualquiera. Saludos.

#30
Abusando de su paciencia quisiera contarle una anécdota personal. Tendería yo, ya a unos prematuros ochos años y todos los sábados me tocaba acompañar a mi madre a limpiar la casa de Una señorona, llamémosla Malicia; pues bien, mientras mi santa madre se arrodillaba para sacar el brillo del parquet, que según La señorona Malicia siempre debía brillar más que los salones de Versalles, yo me dedicaba a pasar el polvo de la infinidad de figuritas de Lladró autenticas que poblaban cada uno de los muebles de nobles maderas de la casa, de sus varios salones a doble puerta y mesitas llenas de innumerables marcos de plata con las fotos de la estirpe familiar Parecía aquello el botín de un galeón de las Américas con tanto relumbre. Ero lo mío el impoluto guano de las encantadoras tallas en serie de Lladró.

Algunas de aquellas figuritas de Art pompier, aldeanas, tan horteras, como la reina Antonieta, bailarinas de expresión bovina, animaladas cursilonas y toda clase de despropósitos del peor gusto posible, siempre acababan con alguna fractura, producto sin duda de las visitas de los nietos de La Soberana, ya ama del castillo, ya anfitriona de matices galdosianos. La tal Malicia, ella siempre tan bondadosa, se las regalaba a mi madre, toda vez, que después de tanto pegamento, éste amarilleaba, y las imáginecitas parecían padecer la lepra y no era plan de que las vistas se percataran de tamaña grosería chapucera en casa de tanto postín.

Mi madre, incapaz de negarse a “rechazarlas”, las iba colocando por aquí y por allá, en nuestro hogar, que ya le digo yo que éramos pobres, pero no humildes, y yo al verlas por casa, sin que nadie se diera cuenta a su vez, me las arreglaba para acabar con ellas. Acababan en medio de lo poco que en casa se tiraba. Eran, meramente, el eterno recuerdo de ver a mi madre de rodillas fregando los suelos de las señoronas, subida a escaleras de dudosa sujeción, limpiando cristaleras llenas de dedazos de profiteroles, pues no sólo eran la tal Malicia, fueron muchas más, todas ellas pagaban auténticas miserias.. Mi Madre, que no era ingenua, como sus amas creían tan condescendientes ellas, se interrogaba sobre el extraño destino de aquellas porcelanas, y me miraba, comprendiendo.

Se preguntará a qué viene toda esta perorata. Simple, las porcelanas horrorosas son el resumen y compendio axiomático, etc,. La de “todos esos discursos” de las mujeres incapaces de reconocer que la explotación no va por sexos, no sólo, va más de barrios y oportunidades, entre otras cosas Y sobre todo de falta de Caridad bien entendida…Pues nacer, en alta cuna o en baja cuna, es tan aleatorio como la vida y el destino de las porcelanitas de Lladró,

Mis disculpas por tamaña grosería, es que hoy me levanté sensiblero y cursi a más no poder. Saludos sinceros.