Durante todo el siglo XIX las migraciones entre países y continentes eran esencialmente pacíficas, voluntarias, y determinadas por incentivos de mercado (excluyendo, obviamente, la esclavitud). En los años anteriores a la Gran Guerra era perfectamente posible y aceptable viajar por toda Europa occidental sin pasaporte ni documentación alguna. Los permisos de residencia eran ideas extravagantes de regímenes políticos atrasados.
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El pasado nos llevaba siglos de ventaja.