Como si se tratase de interferencias radioeléctricas, los sonidos corporales percibidos por Rachel Pyne le resultaban ensordecedores e inevitables. Sus pasos retumbaban a través de su cabeza como truenos. Podía percibir el golpeteo de los latidos de su corazón, la digestión de su comida, e incluso el desplazamiento de sus ojos.
Comentarios
De forma muy sutil el artículo se olvida de hablar de flatulencias atronadoras
#1 No había caído. Jajajaja
#2 Yo también pensé lo primero en eso... #1 somos unos guarros. 😄