Pego la traducción porque vale su peso en oro

Lo siento, pero no puedo. No puedo decir que me solidarizo con Artur Mas. Ni puedo, ni quiero. Y digo esto siendo plenamente consciente de que la acción judicial contra él junto con Irene Rigau y Joana Ortega es una auténtica barbaridad que hay que combatir. Barbaridad como muchas otras acciones judiciales, es cierto, y esto no quita en absoluto que también la tengamos que criticar. Pero por injusta que sea, no hace ni de lejos que Artur Mas sea uno de los nuestros. En absoluto.

No me puedo solidarizar con una cabeza de un gobierno que sistemáticamente se ha personado como acusación contra militantes de movimientos sociales, sindicales y políticos de la izquierda alternativa. Un ejemplo es la condena de 8 personas por la manifestación ante el Parlamento en junio de 2011, motivada por un recurso presentado entre otros por el gobierno que él presidía y por el Parlamento donde su partido era mayoritario. Otros, los diversos encarcelamientos de compañeras y compañeros denunciados y detenidos por los Mossos tras la huelga general del 29 de marzo de 2012. También me vienen a la cabeza las personas que han perdido un ojo por actuaciones de los Mossos bajo su gobierno, un gobierno que ha tergiversado la realidad para evitar, precisamente, que se hiciera un mínimo de justicia. En estos casos y en el de muertos en comisaría o en el momento de ser reducidos por los Mossos, como los del Yassir El Vendrell o el Juan Andrés Benítez del Raval de Barcelona. Y no quiero olvidar tampoco las privatizaciones de empresas y servicios públicos, o la venta directa de patrimonio de la Generalitat. Ni como estas privatizaciones, que han llenado los bolsillos de amigos del presidente, se correlacionan con situaciones trágicas como la muerte hace pocos meses de un enfermo de corazón en Tarragona mientras la unidad hospitalaria que debía tratar estaba cerrada por orden gubernamental . O, por ejemplo, como los últimos años el Instituto Catalán de Evaluaciones Médicas ha reducido significativamente la concesión de de incapacidades por enfermedades con graves prejuicios para personas que padecen fatiga crónica, fibromialgia y afecciones similares. De hecho, también me viene a la memoria que algunos inspectores del Departamento de Enseñanza han amenazado con denuncias colegios que, de forma activa, han mostrado su insumisión a la Ley Wert.

Puestos a solidarizarme, prefiero hacerlo con las decenas de miles de personas desalojadas de su casa mientras él ha sido presidente. Muchas de ellas lo fueron con las medidas de desahucio exprés aprobadas por el Congreso de Diputados a propuesta, precisamente, de CiU. Y también con las personas que pasan horas y horas en la cola del paro, víctimas de los despidos agilizados por las reformas laborales también validadas por el partido de Artur. Y con los niños que en Cataluña va a la escuela sin desayunar, a menudo hijos de parados o de trabajadores / as con salarios de miseria, estimulados también por las reformas laborales mencionadas. Y no hace falta decir que también me solidarizo con los trabajadores despedidos de Panrico tras meses de lucha. Recuerdo como la empresa cobró cuantiosas subvenciones de la Generalitat mientras echaba a estos trabajadores. También son receptores / as de mi solidaridad los trabajadores públicos, docentes, personal sanitario, del tercer sector. Trabajadores que, a pesar de sufrir una fuerte degradación de sus condiciones laborales bajo los gobiernos de Mas, han seguido luchando por la calidad de vida de la población de nuestro país. Y eso me hace recordar los miles de profesores / as interinas que perdieron su empleo en septiembre de 2012, con Rigau como consejera de enseñanza. Y también todos / as los compañeros de universidad, jóvenes la mayoría, que ahora están en la calle.

Desde mi punto de vista, una cosa es la indignación y el rechazo por una acción judicial en contra de lo que, formalmente y con todas las limitaciones que conocemos, fue una consulta a la población de Cataluña. Esta indignación debemos vehicular en una lucha activa para transformar la realidad, una realidad de la que actualmente emanan iniciativas jurídicas como ésta o como las que se han emprendido, a nivel de decenas o cientos, contra militantes sociales. Quién sabe, tal vez en esta lucha me podría llegar a encontrar el Mas, aunque fuera puntualmente. Pero otra cosa es el apoyo hacia el Mas, a nivel individual. Una persona de la que no hemos parado de criticar su acción de gobierno y no nos han dejado de escandalizar por los efectos negativos que ha tenido sobre las vidas de una parte considerable de la población de Cataluña.

Supongo que si fuera un liberal y me creyera la democracia burguesa, podría llegar a justificar la idea de ser solidario con la figura, en abstracto, del Presidente. Como delegado de la soberanía popular, o algo parecido. Pero como defiendo la necesidad de derribar las instituciones y la legalidad que emana del sistema capitalista, tampoco me puedo sentir solidario de esta manera. Prefiero, en cambio, trabajar activamente para hacer de la nuestra una realidad diferente. Basada en la plena libertad colectiva e individual, donde la explotación sea un recuerdo del pasado. Y, me temo, que en el intento nos encontraremos en Mas en el bando opuesto.

Ermengol Gassiot Ballbè. Vecino de Vilobí, es arqueólogo y profesor y secretario del Departamento de Prehistoria de la UAB. Ha militado en varios movimientos sociales. Actualmente es secretario general de la CGT de Cataluña y participa activamente en diversas iniciativas en defensa de la universidad pública.

Joder, aún hay gente que habla con educación, sin insultar, con datos, coherentes. No se puede perder la fe en la humanidad (o en algunos humanos).
Y además estoy de acuerdo con el artículo. Artur, te están dando de tu propia medicina: el abuso de poder.
Porque la denuncia por la consulta apesta.

Yo puedo solidarizarme para unas cosas y no para otras. Igual es que es una virtud.

Lo suscribo punto por punto.

Cuando a Mas le toca ser verdugo en casos similares lo hace sin temblarle el pulso, ¿y ahora quiere nuestra solidaridad?