El cambio dado por el presidente Álvaro Uribe sobre el acuerdo humanitario no podía haber sido más radical. De negarse a mencionarlo ha pasado a ofrecer un exilio seguro en Francia a aquellos guerrilleros que presos o en libertad –incluso con delitos de sangre- entreguen secuestrados y especialmente a Ingrid Betancourt, cuya vida pendería de "un hilo".