Hace 13 años | Por pablicius a lemonde.fr
Publicado hace 13 años por pablicius a lemonde.fr

Suiza no está en la UE, ni quiere estarlo. Pero en la práctica, ya está: tiene firmados 120 tratados bilaterales con Bruselas (que sin embargo no ha traspuesto a sus leyes), y el 75% de su comercio exterior lo hace con los 27. El artículo analiza la complejísima situación, en la que se mezcla esta situación de hechos consumados con el caos legislativo que genera, la situación electoral interna de Suiza, la soberanía fiscal de cada cantón, el nacionalismo de la derecha política suiza... un puzzle que deja al gobierno suizo sin margen de maniobra

Comentarios

pablicius

SUIZA EN LA UE: NO MAÑANA MISMO

El gobierno suizo quiere seguir por la vía estrecha y bilateral que emprendió hace años. Traducción en lenguaje simple: de adhesión a la Unión Europea, nada de nada. En realidad, el gobierno no tiene otra opción: la oposición de la opinión pública es muy amplia, el mayor partido suizo, el UDC, hace del tema un casus belli, y la patronal y los potentes bancos suizos se encuentran cómodos en el actual status quo.

¿Cuál es el problema entonces? El problema es que la Confederación ha firmado con Bruselas 120 acuerdos bilaterales, que van de la libre circulación de personas a la fiscalidad de los ahorros, pasando por la política de asilo, el transporte aéreo, la lucha contra el fraude, etc, pero que no quiere transponer inmediatamente a su legislación interna por una asimilación comunitaria. Según la deliciosa eurojerga que usan en Bruselas es “el zócalo común de derechos y obligaciones lo que une a los estados entre sí bajo la Unión Europea”; es decir, las leyes, los tratados, las declaraciones, las sentencias de los tribunales. En resumen, Bruselas le dice a Suiza que si quieren cerrar acuerdos bilaterales, tienen que aceptar en bloque toda la legislación europea, actual y futura, y transponerla a sus leyes.

Es exactamente lo que los veintisiete le piden a un país que se quiera adherir a la UE, salvo que la UE no quiere adherirse en absoluto, solo cerrar acuerdos bilaterales. Bruselas está exasperada por la actitud suiza, que quiere a la vez estar en misa y repicando. Pero Berna responde: por ahí no pasamos. El gobierno suizo está en un impass y no tiene margen de maniobra. Según el informe 2010 discutido en Berna, la estrategia bilateral es caótica e impracticable. Pero el gobierno está dividido, y según el diario Le Temps, “a un año de las elecciones federales la UDC no espera más que un indicio de aproximación de Berna hacia Bruselas para explotar electoralmente”.

Así que para explorar la vía bilateral, el gobierno suizo propone crear un grupo de trabajo Suiza-UE, compuesto por altos funcionarios. Y para desactivar las minas nacionalistas, un comité político suizo compuesto por partidos y cantones, para seguir las negociaciones.

El partido será duro, pero Berna no parte de cero. Suiza es el primer socio comercial de la UE: 65% de sus exportaciones van hacia la UE, y más del 80% de las importaciones vienen de los veintisiete. Tanto si gusta como si no, las cifras son más importantes que los sentimientos en una negociación.

Pero también hay otros motivos para las reticencias suizas: el sistema político confederado. El estado no tiene autoridad en materia fiscal: cada cantón fija de forma soberana sus impuestos. Algunos imponen incluso un forfait fiscal a los ricos extranjeros, como Johnny Halliday. Evidentemente, en Bruselas, París o Berlín claman contra los paraísos fiscales. Pero sobre todo, está el sacrosanto derecho de referendum e iniciativa, que permite a 100.000 electores pedir una votación sobre una ley aprobada en el Parlamento o una modificación de la Constitución. Imaginen que Suiza hubiese sido parte de la UE cuando adoptó la famosa normativa anti-minaretes. Frente a las fuertes presiones europeas, la derecha nacionalista suiza no aceptará jamás que “jueces extranjeros apliquen la ley en nuestros valles”.

Así que por resignación, más que por decisión, el gobierno suizo avanza poco a poco por la vía bilateral, acorralado entre los aduladores europeos y los incondicionales del “pueblo de los pastores”. Como dice un refrán popular del cantón de Vaud “el que no puede no puede”.

D

Es que el sistema democrático Suizo, por mucho que se diga, es un desastre.

pablicius

Me acabo de dar cuenta que he cometido un error en la traducción al principio del tercer párrafo:

DONDE DICE: Es exactamente lo que los veintisiete le piden a un país que se quiera adherir a la UE, salvo que la UE no quiere adherirse en absoluto

DEBE DECIR: Es exactamente lo que los veintisiete le piden a un país que se quiera adherir a la UE, salvo que Suiza no quiere adherirse en absoluto

D

#0 Un gobierno sin margen de maniobra da mas margen de maniobra a sus ciudadanos, lo contrario es una dictadura.

pablicius

#4 ¿Cualquier gobierno que haga cualquier cosa por sí mismo es una dictadura, y entre la anarquía y la dictadura no hay ningún punto intermedio, o como va eso? Porque lo que cuenta este artículo es un enredo bastante complejo entre diferentes aspectos del tema, lo de que el gobierno no pueda elegir lo que hacer no es solamente por un movimiento ciudadano, hay más factores; uno de ellos, por ejemplo, que sus propios ciudadanos, agrupados en cantones fiscalmente soberanos, vaya cada uno a su bola.

D

#5 Es el mismo factor, los ciudadanos miran por sus intereses, la casta política no cuenta con una dictadura de facto que les facilite legislar a favor de intereses privados. Suiza es lo mas parecido a una democracia.